jueves, 3 de octubre de 2013

Un agradable camino

Es una mañana como otra cualquiera, me siento extrañamente bien caminando, hace un fuerte viento pero sin embargo me agrada. Me dirijo a la parada del autobús absorto en mis propios pensamientos. 
Tras esperar un rato acompañado de mis cascos y mi música al fin el autobús llega. Se esta tranquilo, hay poca gente y el traqueteo del propio autobús me relaja cada vez más. A través de la ventanilla se ve el ajetreo del día a día. Coches y camiones que vienen y van, cada uno con su propio destino, quien sabe que harán una vez lleguen a él. Trato de imaginarme historias para cada uno de ellos y así paso el rato mientras viajo. 
De repente el autobús bota y me sobresalto. Otro de esos malditos badenes puestos por el ayuntamiento, se supone que para que la gente no conduzca rápido, sin embargo en muchos casos un innecesario incordio al conducir y viajar. Realmente los estoy empezando a odiar.
 Al llegar a mi parada el autobús se detiene y me bajo. De nuevo el viento me acaricia la cara y esa agradable y relajante sensación que me arrebató el badén me acompaña de nuevo.
 Empiezo a caminar regresando a mis pensamientos y observando el entorno que me rodea: una madre conduce un carrito con su bebé, en los bares la gente se toma un café mientras lee la prensa matinal y charla, un médico sale corriendo de su consulta en busca del paciente que se acaba de ir porque se ha dejado las recetas. La vida de las personas transcurre sin problemas y este hecho sin importancia me alegra.
 Así que al llegar a mi destino una leve sonrisa surge en mi rostro tras un agradable viaje, y comienza otro día del que disfrutar.

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